El madrugón ha valido la pena. Es muy difícil de
explicar la que ha liado Rafa Nadal en su museo si no se experimenta, si no se
visita, si no lo vives. Es sólo una de las tres zonas que forman parte de su
museo, pero se trata de algo único e inédito hasta ahora. Ningún museo en todo el mundo gestiona tan bien la tecnología. Rafa Nadal ha
presentado esta maravilla, llamada comercialmente Sport Xperience, ante la
prensa en su academia de Manacor. Mejor dicho, de su complejo, porque entre las
instalaciones podemos encontrar campos de tenis, de fútbol, residencias y hasta
un hospital.
Nada más acercarme a él para hacerle la primera
pregunta del turno de las radios ha interrumpido su agradable pose con una
mirada extraña al ver que yo vestía una camiseta de la competencia. Había
estado hablando de forma individual con todas las televisiones y, por fin,
llegó el turno de las radios. El canutazo no se presentaba de la mejor
forma, porque ayer se confirmó que Nadal era baja en el Másters de Toronto
debido a la lentitud de su recuperación. Sobre esta ausencia le he querido preguntar.
En su argumentación ha seguido la misma línea de las últimas semanas: no quiere
hacer peligrar en ningún momento su participación en los Juegos Olímpicos.
“No voy a hacer nada que vaya en contra de llegar
a los Juegos Olímpicos. Es mi máxima prioridad. Toronto es un torneo importante
que me hubiera venido muy bien para prepararme, pero la recuperación va algo
más lento de lo esperado”, ha reconocido. Su mensaje está muy relacionado con
lo que ya contó el verano pasado en la presentación de su trofeo en Manacor. El
jugador sabe que de cada vez le queda menos de carrera y lo que le queda
lo quiere disfrutar al máximo. Ya sabe lo que es ser número uno y lo ha ganado
absolutamente todo (salvo el torneo de maestros). No quiere forzar. Debido a ello
se retiró en Roland Garros.
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Rafa Nadal, durante la presentación, atendiendo a una televisión /Imagen: José Sellés |
Por los pasillos de su museo se podían observar
todos los trofeos que había ganado en tamaño reducido. Los nueve Roland Garros,
los Masters 1000 o algunos reconocimientos de medios individuales, como el
MARCA Leyenda. En una vitrina aparte, y separada del resto de trofeos, un
galardón muy especial. La medalla olímpica que consiguió en Pekín en 2008
contra Fernando González. La cuida, la mima y la guarda como oro en paño. Él
mismo reconocía que “todos los Juegos Olímpicos son especiales”, no sólo este
porque sea el abanderado.
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Pasillo principal del museo de Rafael Nadal, donde se exponen sus trofeos / Imagen: José Sellés |
Pero lo que no sabes cuando ves estos trofeos es
que lo mejor está por llegar. No en la carrera del deportista, que puede que
también, sino en el museo. Lo mejor llega cuando comienzas a descender unos escalones,
si no recuerdo mal, blancos. Llegas a la sala experiencial. Cuando pones el
primer pie parece que entras en otra dimensión. A la derecha, algo escondido,
te recibe el Renault con el que Fernando Alonso ganó el campeonato del mundo.
¿Se acuerdan? ¡Qué lejos queda! Pues está ahí. Un regalo personal de Fernando
al mejor tenista español de todos los tiempos.
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Simuladores de piraguas en la sala experimental / Imagen: José Sellés |
Pero la cosa no acaba ahí. La sala está colmada de
simuladores y experiencias audiovisuales de 360 grados. Muchos son los objetos
que te acompañan. La camiseta de Zinedine Zidane firmada por el propio
entrenador del Real Madrid. Pero también, objetos de Ángel Nieto, Pau Gasol,
Alberto Contador, Dirk Nowitzki o las botas de Cristiano Ronaldo. Nunca había
sido tan fácil tener tan cerca a tantas estrellas del deporte. Rafa Nadal las
ha juntado en esa sala. Pero, además, acerca a todo visitante para que viva la
experiencia de cualquier deportista de élite. Cualquier palabra más que añada a
esta humilde crónica será insuficiente para describirlo tan bien como lo hace
la experiencia. Ni siquiera las fotografías se acercan. Éstas limitan nuestro
campo visual y una vez la vives, esta nueva experiencia parece no tener límites.
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