El fútbol español está viviendo una segunda fiebre por el cemento. Por los recintos deportivos y por los estadios. Como si la burbuja inmobiliaria no hubiese estallado en el mundo del deporte (todavía) o simplemente se encontrara en standy. Se puede ver como en Segunda División B de cada vez hay más campos profesionalizados, pese a ser municipales, o mayores inversiones en los clubes. Pero me centraré en lo gordo. En los verdaderos magnates de esta segunda remodelación futbolera. Sí. Segunda. Porque, aunque parezca que a los clubes les gusta tirar el dinero con nuevos estadios, esto no es nuevo. No lo ha inventado nadie. Ni siquiera ACS.
A finales de los años setenta y a principios de los ochenta, cuando la transición todavía andaba en pañales, se produjo la primera etapa de furor por invertir en los estadios. Tal y como destaca el profesor Alberto Palomar (1), voz más que autorizada dentro del derecho deportivo español, hasta en dos ocasiones los poderes públicos han tenido que buscar sistemas de saneamiento general del conjunto de sus deudas públicas y privadas. Y no le falta razón. Hablamos de los planes de saneamiento de 1985 y de la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte. Mediante estas dos acciones se pretendió enjugar la deuda de los clubes de fútbol profesionales con dinero procedente de la recaudación de las quinielas. No obstante, para entender el primer caso debemos de conocer el contexto de la época.
En noviembre de 1985, los clubes de fútbol en España debían más de dieciséis mil millones de pesetas (algo más de noventa y seis millones de euros). El, por aquel entonces, presidente de la Liga, Antonio Baró, tuvo que recurrir a una entidad bancaria oficial para intentar acordar el financiamiento de la cantidad adeudada por los clubes. La causa principal de dicha deuda habían sido las grandes inversiones que años atrás se habían llevado a cabo en un gran número de estadios para la celebración del Mundial de 1982, que se había celebrado en nuestro país. En una crónica de El País se llegó a a afirmar que Getafe, Almería, Levante y Burgos juntos sumaban una deuda de ciento cuarenta millones de pesetas. Situaciones que no hacían sino presagiar que a final del ejercicio anual el estado económica de dichas entidades quedaría en entredicho.
Pero con el paso de los años, quedó demostrado que los planes de saneamiento de 1985 fueron única y exclusivamente un apaño provisional para un apuro pasajero de los clubes. En los años siguientes, las deudas de los clubes se duplicarían. De ahí que el Gobierno actuara, como sucedió en mayo de 2015 con la regulación de los derechos audiovisuales, para aprobar en 1990 la Ley del Deporte. Veintiséis años después, los grandes clubes han invertido, invierten y seguirán invirtiendo en sus estadios. ¿Por qué el Espanyol en 2009 llevó a cabo su enésima mudanza, esta vez a Cornellà-El Prat? ¿Por qué el Athletic hizo lo mismo en 2013 con San Mamés? ¿Y el Real Madrid, por qué quiere remodelar el Santiago Bernabéu? ¿Y el nuevo Camp Nou? ¿Y el nuevo Mestalla? ¿Alguien más quiere remodelar, retocar o construir un nuevo campo? Que lo tenemos de oferta.
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Maqueta de la remodelación del estadio Santiago Bernabéu / Imagen: Real Madrid |
Es, cuanto menos, una perogrullada decir que la todos estos clubes remodelan sus estadios para obtener una rentabilidad económica. No conozco a nadie que invierta con el propósito de perder dinero sin visibilizar unos beneficios a medio-largo plazo. Pero vayamos más allá. ¿Dónde está el quid de la cuestión en esta segunda fiebre por la contrucción y remodelación? Prácticamente todos los estadios nuevos tienen un poco más de aforo. El Santiago Bernabéu será la excepción a esa regla y apenas aumentará su aforo, a diferencia de San Mamés, que ganó cerca de 15.000 personas, o el nuevo estadio del Atlético, que ganará más de 20.000. Vender más entradas es una forma de rentabilizar una obra muy pobre.
Donde realmente interesa reformar los estadios es en la parcela urbanística y en la estructura arquitectónica exterior. Un ejemplo de lo primero es el estadio de Cornellà-El Prat, donde se deja un gran entorno alrededor del recinto para su explotación comercial. Poder alquilar grandes locales a grandes marcas es una alternativa muy atractiva ya sea para el club o para el ayuntamiento (dependiendo de quien sea el dueño del estadio). La otra opción es remodelar la fachada o estructura arquitectónica exterior del estadio. Lo que vulgarmente se conoce como un lavado de cara. Es allí donde más interesados están Real Madrid, FC Barcelona, Atlético o Valencia. O sea, las grandes marcas de nuestro fútbol. Las nuevas fachadas se caracterizarán, principalmente, por llevar instaladas pantallas de iluminación, algo en lo que el Bayern fue pionero en 2011. Ahí es donde está el verdadero negocio. Serán fachadas con un sistema LED y pantallas tanto dentro como fuera del estadio 360 grados de movimiento en las que se van a poder publicitar los grandes patrocinadores de los clubes.
Con esta nueva forma de patrocinio, el Real Madrid podrá exigir el doble o el triple a cada patrocinador que quiera publicitarse en esas pantallas que cubrirán la fachada del estadio. El elevado coste de esas formas de publicidad hay que calcularlo teniendo en cuenta que iluminarán y se reflejarán en varias calles de Madrid, con el consiguiente elevado número de clientes potenciales que podría tener esa marca. Al final, son formas de hacer negocio y de conseguir nuevos ingresos. Formas de reciclarse y de ampliar un modelo de negocio como es el fútbol en el siglo XXI. Por ello, se busca la quinta remodelación del Santiago Bernabéu, que no tiene ni cien años. Por ello, el Barça quiere un nuevo Camp Nou, pese a que el actual no tiene ni 70 años, y el Atlético un nuevo estadio, a pesar de que este año se cumplen los 50 años del antiguo estadio Manzanares. Hasta el arruinado Valencia quiere un nuevo estadio. Y por ello Peter Lim ha puesto tanto empeño en una obra que lleva tantos años estancada. Porque detrás de ese furor por remodelar, ampliar, reconstruir o modificar estadios sólo se esconde una nueva fuente de ingresos.
(1) En su maravilloso capítulo La insolvencia de las entidades deportivas profesionales, dentro de El Derecho de la insolvencia. El concurso de acreedores.
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